jueves, 17 de octubre de 2024

PRINCIPALES CAUSAS DE MORTALIDAD EN BARRACAS AL SUD (1859- 1876)

FRAGMENTO DE WIECKIEWICZ, "LOS CEMENTERIOS VIEJOS EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES: EL CASO DE BARRACAS AL SUD 1854- 1876) MONOGRAFIA PRESENTADA EN ELCONGRESO DE HISTORIA DE AVELLANEDA 2024

Si bien los Párrocos tenían la obligación de registrar las defunciones en el Libro de Muertos, en un principio no había una fórmula protocolar de asentarlas, por lo que hasta 1859[1], sacando la fecha, el nombre del difunto y su condición de adulto o párvulo; cualquier otra información dependía arbitrariamente del sacerdote (que mayormente no se explayaba demasiado).

Fue el presbítero Domingo Alemán, quien en septiembre de 1859 inició una práctica valiosísima como fuente de información: La de registrar las causas de los fallecimientos; costumbre que continuarán Sebastián Lozano e Ildefonso Dorronsoro (los otros párrocos que tuvo Nuestra Señora de la Asunción en el período estudiado). Gracias a ellos podemos observar las principales causas de mortalidad de la época[2].

PRINCIPALES CAUSAS DE MORTALIDAD ADULTOS 1859- 1876

CAUSA

CANTIDAD BRUTA

PORCENTAJE

OBSERVACIONES

COLERA MORBUS

212

9,7

Foco 1868. Leve Rebrote 1874

TUBERCULOSIS

144

6,4

 

VIRUELA

128

5,6

Focos 1868, 1871 y 1872

FIEBRE AMARILLA

120

5,5

Foco 1871

HIGADO/HEPATITIS

69

3,2

 

REPENTINAMENTE

67

3,1

 

VEJEZ

66

3

 

PULMONIA

66

3

 

FIEBRE

54

2,5

 

TIFUS

52

2,4

Leve pico en 1866

SOBREPARTO

49

2,2

 

 

De acuerdo a esta lista, se observa una cierta heterogeneidad en las causas de mortalidad en adultos; aunque las enfermedades infectocontagiosas sumadas representan aproximadamente un tercio de la mortalidad total, problemática típica del siglo XIX y relacionada con las malas condiciones de salubridad, la pobreza y el desconocimiento de tratamientos adecuados,

El Cólera Morbus, del que ya nos hemos ocupado, con casi un diez por ciento es la principal causa de fallecimientos, pero aparece muy puntualmente entre fines de 1867 y principios de 1868, con un leve rebrote en 1874. Su efecto repentino y devastador, fue el gran causante de la primera clausura del Cementerio Viejo.

Más constante fue la tuberculosis, con un promedio de 10 casos anuales. Enfermedad llena de prejuicios, a lo largo del siglo XIX no se creía en su contagio, sino que se le daba un carácter hereditario, el cual se activaba por componentes climáticos, alimentación insuficiente, aire viciado, trabajo excesivo, onanismo y “degeneración moral”[3].

A pesar que ya existía la vacuna contra la viruela, este mal seguía siendo una enfermedad mortal para un tercio de los que la padecían[4]. Su carácter altamente contagioso generó tres picos importantes en Barracas al Sud: el de 1868, 1871 y 1872. Tres cuartos de los adultos fallecidos por viruela murieron en esos tres años.

La Fiebre Amarilla, con su pico en 1871, fue proporcionalmente mucho más leve que en la Ciudad de Buenos Aires. Evidentemente las medidas sanitarias tomadas por la municipalidad (aún inspiradas por conceptos erróneos) dieron sus frutos, entre ellas la clausura definitiva del Cementerio Viejo.

Otras enfermedades infecciosas que aparecen en la lista son la Hepatitis (confundida en esa época con la cirrosis), la pulmonía, el tifus y la difícilmente clasificable “fiebre”; aunque no presentan picos importantes.

La principal causa de mortalidad no infecciosa es la “muerte repentina”, donde probablemente podríamos ubicar a los fallecidos por problemas coronarios sin síntomas previos claros. Muy cerca de ella, “la vejez”, aparece como una manera de explicar los fallecimientos sin causa aparente, pero a una edad avanzada, que para la época podía ser superar los 70 años[5].

 

PRINCIPALES CAUSAS DE MORTALIDAD PARVULOS 1859- 1876

CAUSA

CANTIDAD BRUTA

PORCENTAJE

OBSERVACIONES

TETANOS NEONATAL

1358

43

 

FIEBRE

380

12

 

VIRUELA

148

4,7

Focos 1868, 1871 y 1872

LLAGAS GARGANTA

133

4,2

Especialmente 1865 a 1867

EMPACHO

116

3,7

 

DENTADURA

88

2,8

 

LUEGO DE NACIDO

67

2,1

 

SARAMPION

55

1,7

 

TOS CONVULSA

36

1,1

 

DIARREA

34

1

 

CRUP

25

0,8

 

MENINGITIS

17

0,5

 

 

La categoría “Párvulos” englobaba a los niños menores de siete u ocho años. A diferencia de los adultos, aquí se observa un altísimo porcentaje de víctimas fallecidas por el “tétanos neonatal”, que supera ampliamente a epidemias espectaculares como el cólera o a la fiebre amarilla. De hecho, en términos absolutos, 1 de cada 4 fallecidos entre 1859 y 1876 (o sea el 25%), murió por esta razón.

El tétanos neonatal[6] irrumpía por la infección que se generaba en el niño al cortarse el cordón umbilical sin ningún tipo de asepsia. Comenzaba a manifestarse algunos días después del nacimiento con dificultades para alimentarse, trabazón de mandíbulas y llanto excesivo; a lo que sucedían violentas fiebres y convulsiones. En los registros, esta enfermedad también aparece como “mal de los siete días”, “pasmo” o “alferecía”. Ignorantes de la verdadera razón del mal, las familias protegían a los niños aislándolos durante sus primeros días de vida, y cuando la tragedia se suscitaba, se resignaban a aceptar la voluntad de Dios, que había querido sumar a un nuevo “angelito” en el cielo.

Si al tétanos neonatal le sumamos los fallecimientos “luego de nacido” y “dentadura”, fácilmente podemos concluir que la mayoría de los párvulos que ingresaban al cementerio no llegaban al año de vida. Es difícil imaginar cómo esta tendencia se materializaba en la geografía del enterratorio, un verdadero “Cementerio de Bebés”.

Después de la heterogénea y difusa categoría “fiebre” aparece la viruela, con picos importantes en 1868, 1871 y 72; un poco detrás las “llagas en la garganta”, de particular desarrollo entre 1865 y 1867; y también el sarampión. Esto demuestra un claro predominio de las enfermedades infecciosas en una época carente de las vacunas que, a partir del siglo XX redujeron notablemente la mortalidad infantil.

En los libros de muertos de Nuestra Señora de la Asunción no solamente se asentaron enfermedades como causas de mortalidad. Existe un pequeño porcentaje de muertes traumáticas, transcriptas de manera muy discreta por los Párrocos, pero gracias a las cuales podemos concluir que el principal peligro que afectaba a los vecinos de la primitiva Barracas al Sud (sacando las infecciones) era el ahogarse en el Riachuelo, o en alguno de los arroyos de la zona, especialmente en épocas de crecida. De hecho, la primera causa de muerte traumática registrada en Barracas al Sud es la de “un hombre ahogado encontrado en el Río del Paso de Burgos” el 16 de septiembre de 1859.

En segundo lugar, aparecen los homicidios, más por armas blancas (“puñaladas”) que por armas de fuego (“de un tiro”); y causados posiblemente por enfrentamientos entre particulares, más que por robos. Tengamos en cuenta, que en una época en la que el Estado aún no tenía el absoluto monopolio de la fuerza, la probabilidad de que dos individuos estuviesen armados y pudiesen finalizar desgraciadamente un conflicto era más bien alta. El primer fallecido registrado por esta razón es el “francés” Juan Saldumbide, quien fue asesinado el 6 de noviembre de 1859 a los 64 años.

El resto de los fallecimientos traumáticos tiene que ver con “accidentes” de diversa índole, que vistos en conjunto nos hablan de una sociedad que aún no ha dejado de ser del todo rural (“Rodada de caballo”, “apretado por una carreta”, “atropellado por novillos”); pero que ya avizora su futuro urbano e industrial (“apretado por una máquina de vapor”, “atropellado por el ferrocarril”).

Como curiosidad, al menos dos personas enterradas en el Cementerio Viejo murieron fulminadas por un rayo: Miguel Navarro, de 35 años, el 28 de mayo de 1862; e Ignacio Maisterena, de 17 años, el 22 de febrero de 1870.



[1] En rigor, el Gobierno del Estado de Buenos Aires, a través del Decreto 1740 de 1857, había establecido un protocolo para registrar a los fallecimientos, pero en Barracas al Sud, el Párroco de entonces, Manuel María Erausquín no habría observado esta disposición, generando el reclamo del entonces Juez de Paz, Manuel Estévez. Ver ECHAZARRETA, Op. Cit.

[2] Recién a partir de 1868, en los libros de muertos aparecen prefijadas todas las cuestiones a asentar.

[3] Sobre los prejuicios que rodeaban a la tuberculosis ver ARMUS, Diego; “La Ciudad Impura, Salud, Tuberculosis y Cultura en Buenos Aires 1870- 1950”, EDHASA, 2007

[4] VON WICHMANN, Op Cit.

[5] Sobre ese tema ver OTERO, Hernán; “Mortalidad y percepción de la vejez. El caso argentino 1850- 1950” en Quinto Sol, Vol 22, N° 2 Mayo- Agosto 2018

[6] Sobre el tétanos neonatal y otras causas de mortalidad infantil de la época nos hemos basado en el trabajo de COWEN, Miguel; “La muerte niña, Las patologías de la primera infancia en Buenos Aires. Fines del siglo XVIII- Primeras décadas del siglo XIX”. En Memoria Académica. Disponible en:

http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.2911/pr.2911.pd

 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

1965 LA CAPILLA QUE NO FUE...

En septiembre de 1965 se elaboró un proyecto para mudar la Capilla, ubicada a la izquierda del pórtico de acceso peatonal; hacia la zona del...