martes, 15 de octubre de 2024

EL VIEJO CEMENTERIO DE BARRACAS AL SUD

FRAGMENTO DE WIECKIEWICZ: "El Cementerio de Avellaneda, una descripción posible" TRABAJO EN PROCESO DE REDACCIÓN

Al momento de la fundación del Partido (abril de 1852), la mayor parte de los entierros debían realizarse en la Iglesia de la Exaltación de la Santa Cruz de los Quilmes. Sin embargo, de fundarse un curato local, la situación exigiría un lugar de entierro propio. Así lo atestigua la carta que el secretario municipal Pedro Alais le envió al gobierno bonaerense el 23 de octubre de 1853:

“La construcción de un curato y un cementerio a inmediaciones del Puente Barracas son dos cosas indispensables para su mejor adelanto y prosperidad (está hablando del partido). En cuanto al cementerio, hay una persona que da gratis el terreno necesario”[1]

El curato se creó el 24 de diciembre de 1853, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción. Tres meses después; el 16 de marzo de 1854, se abrió el Libro I de Muertos de la Parroquia[2], registrando al primer difunto: el italiano Juan Lotero, quien probablemente ya fuera enterrado en el primitivo Cementerio que tuvo Barracas al Sud, nacido de la donación realizada en 1854 por un vecino llamado Juan Tomás Ortiz[3].

La donación de Ortiz consistía de un terreno de 100 varas de frente por 100 de fondo, que podía utilizarse con la condición de comunicarlo con el pueblo mediante un pequeño puente. De ser así, tal vez Ortiz haya sido la persona a la que se refería la carta de Aois.

Sin embargo, como el Municipio no cumplió con su promesa de hacer el puente, Ortiz se negó a entregar la escritura correspondiente, lo que en 1856 generó un pleito entre el vecino y la municipalidad en el que el mismo Rufino de Elizalde[4] se ofreció a defender a esta última.

Parece ser que el pleito no llegó a mayores porque el municipio rechazó los servicios del Doctor Elizalde argumentando un entendimiento con Ortiz. Este entendimiento “de hecho” permitió que el enterratorio continúe funcionando aún sin la escritura correspondiente.

Con respecto a su emplazamiento, existen pruebas concluyentes, que permiten afirmar que este primer Cementerio de Barracas al Sud ocupó el solar en el que hoy se levanta el Hospital Fiorito, sobre Avenida Belgrano: En la sesión municipal del 5 de enero de 1865 se establece que se llamará General Belgrano “a la calle que empieza en la de Maipú y continúa por el cementerio hasta el Arroyo de la Crucesita”. Por otro lado, en el plano topográfico y catastral de la Ciudad de Buenos Aires y alrededores realizado por Carlos Glade entre 1864 y 1867[5] el cementerio aparece frente a la citada Avenida Belgrano a la altura de Monseñor Piaggio, exactamente donde se encuentra el actual nosocomio.


Plano Glade de 1867, donde aparece el Viejo Cementerio de Barracas al Sud, ubicado en el solar que actualmente ocupa el Hospital Fiorito

Llama poderosamente la atención la cercanía de este primer enterratorio al núcleo poblacional más importante del flamante Partido, que podríamos situar en la intersección de Avenida Mitre y Avenida Pavón (actual Hipólito Yrigoyen): Menos de un kilómetro de distancia. Y esto sin contar que la futura Plaza Alsina (donde ya estaba la Catedral) solamente se encontraba a 2 cuadras de la necrópolis.

Si bien en el Plano Glade, el Cementerio aparecía relativamente fuera de la trama urbana, era cuestión de algunos años para que quedase totalmente inserto en ella. No obstante, existieron planes de ensanche, reforma y regulación[1], los cuales nos muestran a un municipio que, quizás empujado por el pragmatismo, se aferraba a la idea de mantener su ubicación.



[1] Parece ser que nuestro primer enterratorio funcionó por más de una década sin reglamentación alguna, con sepulturas y monumentos diseminados en absoluto desorden, lo cual contradecía los preceptos higienistas y la idea de favorecer a la circulación de los deudos. Por eso a mediados de la década del ’60 se hizo imperioso tomar cartas en el asunto. Para ello, el Juez de Paz Enrique O’ Gorman, le encargó en 1866 a Manuel Estevez y Caneda la redacción de una ordenanza al respecto. Estevez (quien había sido la máxima autoridad municipal entre 1858 y 1859) asumió la responsabilidad, e inspirándose en reglamentos de cementerios europeos, y la legislación que se había acumulado con respecto al Cementerio del Norte (Recoleta); elaboró un proyecto que culminó el 6 de mayo de ese año. El texto completo de la ordenanza se encuentra en TORASSA, Op. Cit.


[1] TORASSA, Op. Cit.

[2] Los Libros de Muertos de la Parroquia Nuestra Señora de la Asunción, así como los de bautismos y matrimonios se encuentran microfilmados y disponibles en www.familysearch.org

[3] Sobre este Cementerio, las primeras referencias aparecen en TORASSA, Op. Cit., quien incluso incluye como anexos un plano y documentación de gran valor. Por otro lado, la Investigadora María Cristina Echazarreta desarrolló en 1986 la primera parte de un trabajo integral titulado “Apuntes para la Historia del Cementerio de Avellaneda”, que aporta información del primer cementerio. Además, Echazarreta cedió gentilmente toda la información que extrajo de los libros municipales y que transcribió en forma de fichas, de las cuales hemos extraído datos de gran valor.

A esto le sumamos una monografía inédita de la Arquitecta María Cristina Lanza, a la que se accedió gracias a la colaboración de la Licenciada Vanina Ragonese, en ella también aparecen datos del Cementerio Viejo.

De manera más tangencial y con algunas imprecisiones en las fechas, aparecen datos sobre el cementerio viejo en VARELA, Op. Cit.; y en HENDI/ CODARO, Op Cit.

[4] Rufino de Elizalde (1822- 1887) fue un político y diplomático argentino que llegó a ser Ministro de Relaciones Exteriores durante las presidencias de Bartolomé Mitre y Nicolás Avellaneda. Además, fue candidato a Presidente de la Nación en 1868.

[5] Carlos Glade (1826- 1906), de origen prusiano; era agrimensor y como tal realizó el plano topográfico al que se alude, y que en uno de sus márgenes incluye al Cementerio Viejo probando su existencia y su exacta ubicación.

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