sábado, 19 de octubre de 2024

EL PORTICO DEL CEMENTERIO

 


EL PÓRTICO:

… “La Puerta simboliza el lugar de paso entre dos estados, entre dos mundos, entre lo conocido y lo desconocido, la luz y las tinieblas (…). La Puerta se abre a un Misterio. Pero tiene un valor dinámico, psicológico; pues no solamente indica un pasaje, sino que invita a atravesarlo. Es la invitación al viaje hacia un mas allá”…[1]

Al surgir dentro de un paradigma “miasmático”, que veía a la muerte como un problema sanitario, el Cementerio moderno irrumpe como un recinto aislado, separado de la población por la distancia, pero también por un muro perimetral sólo franqueable a través de ingresos debidamente regulados. Eso le da a los “Pórticos” una función utilitaria como lugar de paso de cortejos y deudos. Esa condición “dinámica” explica que, en general; las capillas, dependencias administrativas y servicios; se encuentren cerca de los Pórticos; a veces formando un mismo complejo.

A esa función utilitaria, se le suma el simbolismo de separar la “Tierra de los Muertos” de la “Tierra de los Vivos”, y también un valor referencial y cívico; ya que por mal que les pese a algunos, un Cementerio es, como el Concejo Deliberante, o las Escuelas y Hospitales; una Institución Municipal.

Por estas razones, los “Pórticos” constituyen un importante aspecto a analizar, ya que de alguna manera son la “Cara” de la Necrópolis; y en algunos casos, su construcción más importante. El ejemplo más claro son los Pórticos de los Cementerios Bonaerenses construidos en los ’30 y ’40 por el Arquitecto Alberto Salamone, de los cuales se destaca el de la Ciudad de Azul.

Construidos preferentemente para ser transitados a pie, muchos Pórticos han caído en desuso al construirse ingresos vehiculares.

Parece ser que el primer Pórtico del Cementerio de Avellaneda no fue más que un simple portón de hierro que se fue reformando hasta alcanzar una digna apariencia “italianizante” durante las primeras décadas del siglo XX

Fotografía del Pórtico del Cementerio de Avellaneda hacia fines de la década del '30, justo antes de la construcción del actual. Diario “La Opínón” del 25 de abril de 1938. Fuente: Fotos e Historia del Partido de Avellaneda (Página de Facebook)


Así aparece en fotografías de los años ’30; donde podemos observar un arco de medio punto rebajado franqueado por pilastras corintias y sendas hornacinas a sus costados. El frontis triangular remata en tres pilares con una cruz de hierro sobre su vértice superior. A los costados del vestíbulo se disponían; a la derecha, la primera Capilla, y a la izquierda, las dependencias administrativas.

En 1938, bajo el último período de Alberto Barceló como Intendente Municipal, se construyó el Pórtico Monumental actual, al mismo tiempo que, a pedido del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Manuel Fresco; el arquitecto Salamone estaba levantando sus construcciones en las necrópolis pampeanas.

La obra se realizó bajo la Dirección del ingeniero Alejandro Varangot (Director de Obras Públicas Municipal) y está firmada por el Arquitecto Antonio Bilbao la Vieja (1892- 1980); quien diseñó por esos años la sede del Club Atlético Independiente. Sin embargo, por el estilo utilizado, el resultado remite más a Varangot que a La Vieja.

Antonio Bilbao La Vieja en 1926, cuando fue tapa de "El Gráfico"

Varangot es más conocido por el Edificio Antonio Pini (1932) en Diagonal Norte; y el “Edificio Varangot” (1936) ubicado en la calle Moreno, Barrio de Caballito. Ambos incorporan elementos propios de las vanguardias arquitectónicas de la primera mitad del siglo XX (especialmente el Art Deco). No obstante, Varangot abrevó en el historicismo, especialmente en sus construcciones funerarias. Tal es el caso del Panteón del Centro Gallego del Cementerio de la Chacarita, construido entre 1929 y 1932. Allí se utiliza un estilo neorrománico con recursos que después llevará a sus obras del Cementerio de Avellaneda como el Pabellón de Oyuela y Casacuberta (llamado comúnmente “El de la Cruz Mayor”); y el Panteón de la Familia Leguizamón.

Tal como las construcciones anteriormente mencionadas, el Pórtico Monumental construido en 1938 remite a la pesadez y la horizontalidad del románico, reemplazando la piedra por un revoque imitativo. Otros elementos altomedievales son el techo a dos aguas del volumen anterior, las ventanas estrechas; y especialmente el gran arco de medio punto con arquivoltas y columnas pareadas que constituye la entrada principal. A los costados de la misma, dos entradas secundarias presentan en sus tímpanos sendos relieves que aluden a la muerte y la resurrección de Cristo.

Proyecto para pórtico del Cementerio de 1933

Plano del Proyecto del Pórtico definitivo. Fuente Archivo Histórico Municipal

El vestíbulo, que simbólicamente puede ser entendido como un espacio de “transición”, también oficia utilitariamente como un distribuidor que nos conduce a la avenida principal del Cementerio; a la Capilla (a la derecha) y a las dependencias administrativas (a la izquierda). Desde 1995 cuenta con un cielorraso decorado con una pintura al fresco realizada por el artista José Satti. 

 

Detalle de "El Juicio final", en el cielorraso del vestíbulo del Pórtico del Cementerio. Autor José Satti. Fuente: Fotos e Historia del Partido de Avellaneda (Página de Facebook)

La composición se titula “El Juicio Final”, y presenta cuatro paños temáticos que confluyen presididos por la Luz de Dios (que articula muy atinadamente con el candelabro del peristilo). En el paño que da a Larralde (El Cielo), un Angel recibe a los Bienaventurados que ingresan al “Domus Domini”, sin distinción de edad, sexo u origen. El paño opuesto (El Infierno) es el lugar de los condenados por sus Pecados Capitales, los cuales aparecen representados figurativamente. El paño que da a la Administración (El Mundo), aparece representado por las diferentes ocupaciones dispuestas según el criterio de clase, aprovechando el formato triangular. Finalmente, el paño que da a la Capilla (La Iglesia, la Vía, el Camino) simboliza las Virtudes Cardinales: La Caridad, la Esperanza y la Fe.



[1] CHEVALIER,  Op. Cit.

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