EL ESPACIO ORIGINARIO
El terreno original que el Municipio compró a los Bedoya, era de
aproximadamente 2 hectáreas comprendidas entre las actuales Larralde, Lucena, Puerto
de Palos; y lo que hoy es la salida vehicular (a mitad de camino entre Gral
Pedernera y El Salvador). Formaba un rectángulo rodeado de quintas y bañados,
que al noroeste lindaba con las tierras de la Familia Porcel de Peralta (donde
posteriormente se ubicará el Cementerio de ACLIBA); al noreste con las tierras de los herederos de Tristán Bedoya, al sudoeste con las de
Francisco Hue y A. Degoy; y al sudeste con las que mantuvo Genoveva Bedoya y que luego comprará la Familia Salaberría. Entre
Lucena y Oyuela, corría el Arroyo Brown, uno de los tantos afluentes del
Sarandí, hoy entubado.
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Espacio Originario del Cementerio hacia 1890. Fuente: Archivo Histórico Muncipal |
El emplazamiento estaba prudentemente alejado del núcleo urbano del
Partido, y era potencialmente ampliable. Poseía un muro sobre Crisólogo
Larralde, calle que en ese momento se denominaba “Camino al Cementerio” y un
humilde pórtico de rejas. Probablemente el resto del perímetro no era más que
un simple alambrado, a la manera de muchos cementerios rurales; lo cual explica
la existencia de sepulcros vivero o “corralitos”, de los que solamente subsiste
el de Catalina Apat.
La planta del Cementerio y su disposición, eran similares a las del
primitivo enterratorio de la Calle Belgrano, con dos avenidas principales: La
de acceso peatonal, que empalmaba con la calle América del Norte (hoy Barceló);
y otra perpendicular. Ambas formaban una cruz[2] y definían
cuatro áreas con cuatro secciones cada una. Cada sección se dividía en 7
divisiones o “tablones”, con sepulturas de 1 vara de ancho. En el cruce de las
avenidas principales (secciones 4, 5, 12 y 13) comenzaron a construirse los
primeros Panteones Familiares importantes, algunos de los cuales siguen en pie,
como el de los Etchegaray, Puyade, Palma, Pérez, Provilo, Gaete, Echevarría y Estévez.
De esta época datan también los primeros Panteones Sociales, como el de la
Asociación Española de Socorros Mutuos de Avellaneda; y especialmente, el de la
Sociedad Argentina de Socorros Mutuos, cuya ubicación remata aún la calle de
acceso peatonal. En ambos tipos (familiares y sociales) predomina el estilo
neorrenacentista italiano, con revestimiento de mortero, o en algunos casos;
mármol.
Hacia la actual salida vehicular (entre secciones 8 y 16) se emplazó el
primer osario, y se construyeron nicheras que se proyectaban hasta Lucena.
Durante la década del ’30, al demolerse las nicheras se formaron las secciones
27 bis y 7 bis, más angostas que las anteriores.
A pesar de ser de reciente data, a pocos años de su entrada en funciones,
ya existían críticas hacia el mantenimiento del Cementerio, tal como lo
atestigua el entonces Intendente Manuel Estévez, quien en 1890 lo encuentra en
un estado “Deplorable”, aconsejando la forestación del espacio y la
pavimentación de las calles principales[3].
Probablemente durante estos primeros años el marco regulatorio fue la
Ordenanza redactada por Estévez para el primitivo Cementerio en 1866,
complementada por los artículos 52 al 51 de la Ordenanza sobre Higiene Pública
de 1892. Recién el 15 de noviembre de 1910 se aprobó la Ordenanza General de
Cementerios que, con algunas modificaciones, rige hasta la actualidad[4].
[1] Según ARIES, Op.
Cit., esta problemática ya aparece en París a mediados del siglo XIX:
…”Una memoria del Prefecto
del Sena de 1844 expone las dificultades (…) de la concesión perpetua, cuyos
efectos no podían ser previstos en origen, y la presión de una población
siempre creciente. Este sistema termina por congelar el terreno, al mismo
tiempo, por la duración de las concesiones y el amontonamiento de los
monumentos”…
[2] La planta en cruz
de los Cementerios Públicos, además de facilitar la mensura del espacio y la
circulación de aire, también reviste de un significado simbólico:
…”Es la cruz la que recorta
, ordena y mide los espacios sagrados como los templos, dibuja las plazas de
las ciudades, atraviesa los campos y los cementerios. La intersección de sus
ramas marca las encrucijadas; en ese punto central se eleva un altar, una
piedra o un mástil”… CHEVALIER,
Jean (Dir), “Diccionario de los Símbolos”,
Herder, Barcelona, 1986
[3] LANZA, María
Cristina; “Los Cementerios en Barracas al Sud/ Avellaneda”, Monografía Inédita.
[4] Las información
sobre las ordenanzas de 1892 y 1910 se desprende del material aportado por
María Cristina Echazarreta.
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