miércoles, 23 de octubre de 2024

LAS AMPLIACIONES DEL CEMENTERIO: EL ESPACIO ORIGINARIO

EL ESPACIO ORIGINARIO

El terreno original que el Municipio compró a los Bedoya, era de aproximadamente 2 hectáreas comprendidas entre las actuales Larralde, Lucena, Puerto de Palos; y lo que hoy es la salida vehicular (a mitad de camino entre Gral Pedernera y El Salvador). Formaba un rectángulo rodeado de quintas y bañados, que al noroeste lindaba con las tierras de la Familia Porcel de Peralta (donde posteriormente se ubicará el Cementerio de ACLIBA); al noreste con las tierras de los herederos de Tristán Bedoya, al sudoeste con las de Francisco Hue y A. Degoy; y al sudeste con las que mantuvo Genoveva Bedoya y que luego comprará la Familia Salaberría. Entre Lucena y Oyuela, corría el Arroyo Brown, uno de los tantos afluentes del Sarandí, hoy entubado.

Espacio Originario del Cementerio hacia 1890. Fuente: Archivo Histórico Muncipal

Detalle Plano Geodésico de Barracas al Sud donde puede observarse el espacio originario del Cementerio y su entorno. Circa 1900. Fuente: Fotos e Historia del Partido de Avellaneda (Página de Facebook)

El emplazamiento estaba prudentemente alejado del núcleo urbano del Partido, y era potencialmente ampliable. Poseía un muro sobre Crisólogo Larralde, calle que en ese momento se denominaba “Camino al Cementerio” y un humilde pórtico de rejas. Probablemente el resto del perímetro no era más que un simple alambrado, a la manera de muchos cementerios rurales; lo cual explica la existencia de sepulcros vivero o “corralitos”, de los que solamente subsiste el de Catalina Apat.

La planta del Cementerio y su disposición, eran similares a las del primitivo enterratorio de la Calle Belgrano, con dos avenidas principales: La de acceso peatonal, que empalmaba con la calle América del Norte (hoy Barceló); y otra perpendicular. Ambas formaban una cruz[2] y definían cuatro áreas con cuatro secciones cada una. Cada sección se dividía en 7 divisiones o “tablones”, con sepulturas de 1 vara de ancho. En el cruce de las avenidas principales (secciones 4, 5, 12 y 13) comenzaron a construirse los primeros Panteones Familiares importantes, algunos de los cuales siguen en pie, como el de los Etchegaray, Puyade, Palma, Pérez, Provilo, Gaete, Echevarría y Estévez. De esta época datan también los primeros Panteones Sociales, como el de la Asociación Española de Socorros Mutuos de Avellaneda; y especialmente, el de la Sociedad Argentina de Socorros Mutuos, cuya ubicación remata aún la calle de acceso peatonal. En ambos tipos (familiares y sociales) predomina el estilo neorrenacentista italiano, con revestimiento de mortero, o en algunos casos; mármol.

Hacia la actual salida vehicular (entre secciones 8 y 16) se emplazó el primer osario, y se construyeron nicheras que se proyectaban hasta Lucena. Durante la década del ’30, al demolerse las nicheras se formaron las secciones 27 bis y 7 bis, más angostas que las anteriores.

A pesar de ser de reciente data, a pocos años de su entrada en funciones, ya existían críticas hacia el mantenimiento del Cementerio, tal como lo atestigua el entonces Intendente Manuel Estévez, quien en 1890 lo encuentra en un estado “Deplorable”, aconsejando la forestación del espacio y la pavimentación de las calles principales[3].

Probablemente durante estos primeros años el marco regulatorio fue la Ordenanza redactada por Estévez para el primitivo Cementerio en 1866, complementada por los artículos 52 al 51 de la Ordenanza sobre Higiene Pública de 1892. Recién el 15 de noviembre de 1910 se aprobó la Ordenanza General de Cementerios que, con algunas modificaciones, rige hasta la actualidad[4].



[1] Según ARIES, Op. Cit., esta problemática ya aparece en París a mediados del siglo XIX:

…”Una memoria del Prefecto del Sena de 1844 expone las dificultades (…) de la concesión perpetua, cuyos efectos no podían ser previstos en origen, y la presión de una población siempre creciente. Este sistema termina por congelar el terreno, al mismo tiempo, por la duración de las concesiones y el amontonamiento de los monumentos”…

[2] La planta en cruz de los Cementerios Públicos, además de facilitar la mensura del espacio y la circulación de aire, también reviste de un significado simbólico:

…”Es la cruz la que recorta , ordena y mide los espacios sagrados como los templos, dibuja las plazas de las ciudades, atraviesa los campos y los cementerios. La intersección de sus ramas marca las encrucijadas; en ese punto central se eleva un altar, una piedra o un mástil”… CHEVALIER, Jean (Dir), “Diccionario de los Símbolos”, Herder, Barcelona, 1986

[3] LANZA, María Cristina; “Los Cementerios en Barracas al Sud/ Avellaneda”, Monografía Inédita.

[4] Las información sobre las ordenanzas de 1892 y 1910 se desprende del material aportado por María Cristina Echazarreta.

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