UN MURAL DE CASTAGNINO, OLVIDADO EN UN CEMENTERIO
Lo pintó el
artista hace casi 50 años, durante su paso por Avellaneda. Expertos de la
Academia Nacional de Bellas Artes comprobaron que era auténtico. El municipio
encargó su restauración.
Los colores están opacos y casi sucios. Pero las
pinceladas son tan firmes que aún permiten ver con nitidez los rostros sencillos y tranquilos de cuatro
mujeres y dos chicos a los que nada parece estorbar. Apenas un pequeño lago
cristalino, dos ovejas recostadas sobre el césped y un cielo azul y claro le
disputan protagonismo.
En una
pared cóncava del Cementerio de Avellaneda, Juan Carlos Castagnino supo plasmar
así la alegoría del "descanso eterno", que hoy libra una pelea contra
la humedad, el descuido y el olvido.
A casi
50 años de su creación, el mural intenta volver del ostracismo después que una
comisión de Cultura del municipio y los mismos cuidadores del cementerio
ponderaron lo que hasta ahora muchos creían sólo una "fábula":
Castagnino había pasado por Avellaneda y había dejado sus huellas en algunos de
los pabellones.
Hace
unas semanas, expertos de la Academia Nacional de Bellas Artes fueron al
cementerio y después de varios análisis comprobaron que la obra era auténtica.
Sin embargo, un segundo mural también encontrado en el lugar, con mucha
similitud por tamaño, colores y temática, sería de la autoría de un pintor
español y amigo de Castagnino, de apellido Colmeiro.
La
obra del pintor marplatense se suma a los seis murales encontrados a partir de
este año en el distrito y que ya están en proceso de restauración: cuatro obras
de Antonio Berni en un ex cine hoy convertido en un Bingo; otro Castagnino, en
una biblioteca popular de Piñeyro y un original de Quinquela Martín que también
intenta resguardarse y que está en la sede del club Racing que sufre una
amenaza de remate de sus bienes.
Ante
los descubrimientos de las pinturas realizadas entre las décadas del 30 y 50,
la comuna de Avellaneda inició un plan de "puesta en valor" para
incluirlas en un circuito turístico-histórico-cultural. "La idea es que
los turistas que lleguen a la Boca, por ejemplo, puedan tener otra alternativa,
tan solo cruzando el Puente Pueyrredón y a 5 minutos de la Capital. Allí se
incluirían edificios también en plan de recuperación con estilos bizantinos y
neorrenacentistas, un paseo del tango y la posibilidad de ver estos murales
casi únicos teniendo en cuenta que el muralismo no tuvo gran apoyo en nuestro
país", aseguró el subsecretario de Cultura, Federico Guerrero.
El
mural de Castagnino recientemente descubierto está casi semidestruido en una de
las entradas a los pabellones para nichos más antiguos del cementerio de
Avellaneda. A pesar de estar sobre la calle principal de acceso, "durante
años nadie le prestó atención. Se fue deteriorando como todo el salón e igual
lo dejaron", comentó uno de los cuidadores.
A
pesar de lo lúgubre del lugar, en medio de techos destrozados, flores secas y
nichos casi totalmente abandonados, la obra —a pesar de no tener firma, por lo
menos legible— no pasa inadvertida: tiene unos 7 metros de alto por 4 de ancho
y sus relieves superiores están casi intactos.
Sin
embargo, la peor batalla la libra contra la humedad ya que detrás de esa pared
están los baños. "La peor faltante está en el sector inferior donde fue
intervenido de manera doméstica, mediante picado y aplicación de revoques que
se superponían a áreas con posibles vestigios de pintura. Además hay material
faltante disperso en toda la superficie especialmente en forma horizontal que
coincide con la arista que forma con el muro, la cubierta de los sanitarios",
explicó a Clarín Ariel Fridman, uno de los especialistas en restauración.
La
estética del cuadro se confunde a su vez con las inscripciones hechas con
materiales cortantes y marcadores que se suman a las manchas de hollín, polvo y
moho. "Gastón, Lucy te quiero, aguante Boca", son parte de las
inscripciones que manos anónimas dejaron sobre las figuras de las mujeres
sencillas, de claridad gestual y que tanto seducen en las obras de Castagnino.
En su
paso por Avellaneda, el pintor dejó otra de sus obras en una biblioteca
popular, en el barrio de Piñeyro, donde incluso vivió cuando era perseguido por
su militancia comunista, en los años 30. Allí pintó "Mujer
trabajando", en agradecimiento al asilo que le habían dado un grupo de
anarquistas.
¿Por
encargo?
Sin
embargo, del origen de la obra del cementerio poco se sabe. Hasta su familia la
desconocía. "Para mí fue una sorpresa. Me enteré de su existencia cuando
hace unas semanas me avisaron de la Municipalidad. Papá nunca comentó nada
sobre esa obra pero no me pareció tampoco disparatado, concuerda mucho con su
vida y su tránsito por Avellaneda. Supongo que habrá sido una obra por encargo,
porque es muy simbólica del lugar y en realidad papá pintaba mucho más sobre la
realidad social del país y sus ideas", dijo a Clarín Alvaro Castagnino, el
hijo del pintor.
Más
allá del deterioro de ambas obras, los expertos coinciden en que el mural de la
biblioteca de Piñeyro, "Veladas de Estudio para después del trabajo",
tiene un valor de unos 20.000 pesos mientras que la del Cementerio podría
superar hasta 10 veces la cifra. Su arreglo podría demandar alrededor de cuatro
meses y unos 7.500 dólares de costo.
En
primera instancia, el municipio barajó la posibilidad de que la obra sea
trasladada a un nuevo sitio con mayor resguardo ambiental. Sin embargo los
técnicos si bien confirmaron que la tarea era posible, lo consideraron una
nueva agresión y hasta una probable pérdida de su simbolismo. Y tal vez algo
muy alejado de las ideas del mismo Castagnino, quien solía repetir: "El
arte no debe ser ni mítico ni telúrico sino arte puro, comprendido por el
pueblo y, sobre todo, no estar vedado para nadie".