Durante la
segunda mitad del siglo XX, el crecimiento poblacional del Partido se detiene.
Paralelamente, la meta aspiracional del “Panteón Familiar” cede el lugar a
manifestaciones más austeras, que ya no buscan concesiones “A perpetuidad”.
Además, la aparición de los Cementerios Privados y las cremaciones le quitan al
Municipio el monopolio en la cuestión funeraria.
Como resultante
de este proceso, la extensión del espacio de la necrópolis deja de ser un
problema de agenda, justamente cuando el entorno iba camino a su total
urbanización (lo cual hubiese dificultado nuevas ampliaciones). No obstante, se
desarrollan otros fenómenos dignos de mención:
· Uno de ellos es que se seguirán
construyendo pabellones de nichos sobre los muros perimetrales del Cementerio.
Estas tipologías no solo mantendrán su vigencia, sino que se convertirán en la
mejor alternativa para las familias que quieran mantener a sus deudos en un
lugar físico no tan oneroso como un Panteón. Además, los pabellones
(especialmente los privados), ofrecerán condiciones más seguras ante el
creciente problema del vandalismo.
·
Paralelamente, la construcción de
Panteones se detiene a la altura de la Calle Lucena, límite tras el cual
quedarán las sepulturas en tierra. Ya más cerca de fines del siglo XX estas
tipologías comenzarán a transitar un proceso de abandono progresivo, producto
de la “extinción” de familias o familiares interesados en el culto funerario a
la manera decimonónica. El núcleo histórico del Cementerio será el que más acuse
este abandono, que se manifestará en el deterioro progresivo de las
construcciones.
· Este deterioro se verá potenciado por el
creciente problema del vandalismo, que irá despojando a los Panteones de todos
aquellos elementos que puedan ser vendidos, principalmente placas de bronce.
Unido a la sustracción de estos elementos de valor aparece, como fenómeno
complementario, el de la rotura de puertas y vitrales; que no hace más que
acelerar este proceso.
·
Por otro lado, durante la década del ’70,
ciertas partes del Cementerio fueron utilizadas para ocultar procedimientos y
víctimas del Terrorismo de Estado. Estos lugares, que fueron investigados a
partir de los ’80 por el Equipo Argentino de Antropología Forense, van a ser
reconfigurados en las primeras décadas del siglo XXI como Sitios y Espacios de
Memoria, con una activa intervención y señalización municipal. Tal es el caso
del “Sector 134” y del “Monumento Homenaje a los Caídos el 23/12/1975 en Monte
Chingolo”, a los que podemos sumar por su carácter evocativo, el Cenotafio en
Homenaje a los Héroes de Malvinas.
·
A pesar de que actualmente sigue en
funcionamiento, el Cementerio Municipal de Avellaneda, como otras necrópolis;
no está exento de polémicas en torno a su futuro: Como dijimos antes, las
modificaciones en las costumbres funerarias han provocado un descenso en la
cantidad de visitantes; razón por la cual muchos comercios afines del entorno
(florerías, marmolerías) han desaparecido. Además, el abandono y el vandalismo
han fortalecido en la opinión pública la idea de que el Cementerio es un lugar
“peligroso”, apuntando al Estado (y su brazo municipal) como responsable único
de la situación. A esta visión negativa contribuye la proliferación de
“exploradores urbanos”, que de manera morbosa buscan crear contenidos de
impacto para las redes sociales. Al ser visto desde ese tamiz, el Cementerio
efectivamente aparece como un lugar despojado de cualquier atractivo.
·
No obstante, en las últimas décadas se
ha avanzado en el reconocimiento del Cementerio por su valor histórico y
estético. El punto de partida de esta consideración está en los relevamientos y
monografías realizadas por María Cristina Echazarreta, y María Cristina Lanza,
siendo esta última pionera en el desarrollo de visitas guiadas a la necrópolis.
Por otro lado, en 1992 se promulgó la Ordenanza 8998/1992 que declara al área
primitiva del Cementerio de Avellaneda (junto con el Cementerio de la Zwi
Migdal) como Patrimonio Histórico, Arquitectónico y Cultural del Municipio.
Esta ordenanza amplió su extensión en 1998 a los Murales de Juan Carlos
Castagnino y Manuel Colmeiro, y en 2002 al Panteón Debenedetti. Junto con la
creación de Sitios y Espacios de Memoria, estas acciones muestran una posible
revinculación del Cementerio con la población, ya no desde su aspecto
utilitario, sino como un “Museo” a cielo abierto.
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