viernes, 25 de julio de 2025

PLACA IVAN MURASZKO Y OLGA KIRYLICZUK

 


Nombre: Ivan Muraszko y Olga Korniejczuk- Kirylczuk

Categoría: Placa Conmemorativa

Ubicación: Antiguo Osario, en el Parque Conmemorativo

Data: S/D

Constructor: S/D

Características: Simple placa de latón, de emplazamiento relativamente reciente que, como muchas otras, informa que allí fueron trasladados los restos de Ivan Muraszko y Olga Korniejczuk- Kirylczuk. Lo llamativo del caso es que sus nombres aparecen acompañados con las leyendas “Padre de Sion” y “Madre de Sion” respectivamente.



A través de estudios realizados por Justyna Chmielewska[1] y Roman Skakun[2], podemos afirmar que dicho apelativo corresponde, a que ambos fueron los fundadores de una rama mesiánica del Pentecostalismo, llamada “La Iglesia de los Santos Sionistas Cristianos Evangélicos”, desarrollada en la inestable área fronteriza de Polonia, Bielorrusia y Ucrania durante el período de entreguerras.

Ivan Muraszko nació en 2 de abril de 1891 en Razmierzki (actual Bielorrusia). De familia ortodoxa, pronto sintió una natural inclinación por los asuntos religiosos. Entre 1913 y 1925 vivió en Canadá y los Estados Unidos, donde adoptó las creencias pentecostales. De regreso a su país (en ese momento parte de Polonia) se transformó en una especie de predicador errante que despertó ciertas simpatías en las pequeñas comunidades evangélicas. En una de ellas conoció a Olga Koriniejczuk.

Korniejczuk había nacido el 27 de junio de 1885 en Omelana (actual Ucrania). También era ortodoxa devenida en pentecostal. Muy joven se había casado con Miguel Kirylczuk, con quien tuvo seis hijos. Juntos habitaban una granja en Zarechitsia, donde Olga sufría constantes maltratos por parte de su marido.

En 1931 Olga y sus seis hijos se salvaron de perecer en el incendio de su casa. El hecho fue interpretado como un milagro, y a partir de allí comenzó a experimentar revelaciones divinas que intentó divulgar con poco éxito en las agrupaciones pentecostales, que la marginaron por el excesivo celo que mostraba por cumplir con los preceptos del Pentateuco.

Sin embargo, Olga logró “convencer” a Iván, con quien formó más que una pareja. A partir de 1932 pasaron a ser “Madre y Padre de Sion”, las cabezas de la Iglesia de los Santos Sionistas, tal como dice Chmielewska:

“Ella era una mística que recibía revelaciones en trance, dispuesta a dar su sangre para la expiación de los pecados. El un líder severo, un organizador eficiente y ejecutor de la voz de Dios”

Olga e Iván comenzaron a ganar adeptos entre el campesinado, y algo de difusión mediática a raíz de un particular ritual conocido como la “Apertura del Sello”, en el cual Iván realizaba cortes en el cuerpo de Olga para extraer su sangre y mezclarla con vino, para posteriormente bendecir a los fieles. 

Ritual de la "Apertura del Sello"


Despectivamente, el periodismo polaco comparaba a Muraszko con Rasputín, y veía a su iglesia como el “triste legado de la Antigua Rusia”.

Diario polaco de 1936, allí se describe a Muraszko como un Rasputín polaco y a su secta como un triste legado de la Antigua Rusia

En 1936 Olga e Iván elaboraron su proyecto más ambicioso: La fundación de la Nueva Jerusalén. Para ello persuadieron a sus seguidores (ya alrededor de 700) de vender sus pertenencias y mudarse a las inmediaciones de la granja de Zarechitsia. Allí practicaron la vida comunitaria durante casi dos años.



Imágenes de la Nueva Jerusalén,

Sin embargo, los problemas no tardaron en presentarse:

“Las condiciones sanitarias parecían dejar mucho que desear: Cientos de personas hacinadas en un establo convertido en dormitorio, cocinas comunes y trabajo duro con mala alimentación terminaron provocando una epidemia de Tifus”

Si bien la epidemia fue tomada como una “Prueba”, el gobierno polaco comenzó a tomar cartas en el asunto. Para marzo de 1938, se acusó a los Sionistas de intentar implantar el comunismo, forzandolos a disolver la comunidad y a dispersarse. Además, Olga e Iván fueron invitados a abandonar el país.

A través de un viejo amigo, Vasily Terebey; la pareja se radicó en la Argentina junto con cuatro de los hijos de Olga. Parece ser que originalmente la idea era reimplantar La Nueva Jerusalén en nuestro país, pero la Segunda Guerra Mundial malogró el proyecto.

Lo cierto es que con el dinero que lograron llevarse de Europa, compraron medio centenar de hectáreas en la Provincia de Formosa. Además, en Buenos Aires, construyeron una enorme mansión con una alta valla metálica. Allí siguieron realizando reuniones religiosas, aunque paulatinamente fueron perdiendo el contacto con los antiguos seguidores.

A mediados de la década del ’40 Muraszko comenzó a manifestar problemas mentales: Experimentaba fuertes dolores de cabeza, gritaba en voz alta, se ponía una cubeta metálica en la cabeza y le daba golpes. Según algunas versiones dentro de la cubeta ponía huesos. El comportamiento errático de Iván llevó a Olga a reemplazarlo por Terebey para ayudarla en los rituales.

Olga murió el 6 de septiembre de 1958. Iván el 11 de octubre de 1959, aparentemente su deceso se produjo en un Hospital Psiquiátrico. Ambos fueron enterrados en el Cementerio de Avellaneda y posteriormente trasladados al Osario, donde se encuentra la placa de latón.

A través del hijo mayor de Olga, y de sus nietas; que permanecieron en Europa; la Iglesia de los Santos Sionistas siguió existiendo, a pesar de las persecuciones sufridas cuando la Unión Sovíetica ocupó la zona. A partir de los ’70 reflotaron el proyecto comunitario y se radicaron en Komiternowo, Odesa; muy cerca del Mar Negro. Allí siguen viviendo hasta el día de hoy, alrededor de 400 personas ligadas indirectamente a Avellaneda, donde descansan sus Padres fundadores.



[1] Chmielewska, Justyna, “Sangre Santa, Tiempo Santo, Pueblo Santo: La Historia y Mitología de los Santos Sionistas Cristianos Evangélicos”. Artículo disponible en http://niniwa22.cba.pl/nowy_syjon.htm de donde hemos extraído varias de las imágenes que ilustran la entrada.

[2] Skakun, Roman; “Los constructores de la Nueva Jerusalén: Ivan Murashko y los «murashkovtsy»”. Lviv: Editorial de la Universidad Católica Ucraniana, 2014.


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